SINOPSIS
La Justicia universal, como virtud que es de toda justicia, postula «dar a cada pueblo su suelo». Pero no se trata del dominio absoluto de un suelo, sino de simple preferencia real compatible con la de otros grupos sociales menores y mayores, según el principio de subsidiariedad; no, pues, de reparto interestatales, sino de razonable atribución de preferencias reales relativas en todos los niveles de la organización social, desde la familia -«el casado casa quiere»- hasta la culminación de la escala asociativa en los «grandes espacios» supranacionales.
Así también, por «suelo» no debe entenderse tan sólo una parcela de tierra, sino un espacio de otro tipo, como el fondo submarino, el mar abierto y el mismo aire.
Frente a una concepción «estatista», y por ello « territorialista», de la que depende la Geopolítica, siempre expresión de la estrategia de las grandes potencias, el autor defiende el reconocimiento de la Geodierética, ciencia de la distribución racional del espacio, por el doble criterio de la necesidad y de la capacidad técnica. Una nueva prospectiva ante la innegable decadencia de la ordenación del mundo por reparto del espacio entre Estados nacionales soberanos.