El reinado de Felipe II —años 1556 a 1598— estuvo marcado por una creciente piratería en el Atlántico y sostenidos ataques a las costas españolas, lo que obligó al monarca a tomar la decisión de formar una Gran Armada para castigar a la reina Isabel I, artífice del permanente hostigamiento. Puso al frente del proyecto, como capitán general de la misma a don Alonso Pérez de Guzmán, duque de Medina Sidonia, y bajo sus órdenes a la mejor marinería y más cuajada infantería de Europa. Pero el esfuerzo no tuvo la merecida recompensa. Todo se alió, desde la pertinaz resistencia inglesa hasta los temporales y condiciones de la mar, pasando por la falta de vituallas y enfermedades, para arruinar el proyecto, convirtiéndose Escocia e Irlanda en la tumba y calvario de miles de marinos y soldados españoles.
Francisco de Cuéllar, nuestro personaje, capitán de uno de los galeones reales, afrontó la empresa con una tremenda ilusión y desvelo, pero pronto sus expectativas se frustraron. En naufragio de la Lavia en la bahía de Streedagh —costa oeste de Irlanda—, le llevó a vivir la más terrible experiencia, el permanente acoso de los soldados de la reina, deseosos de sellar los labios a cualquier náufrago español, y el expolio y maltrato de la población nativa, que no dejó tampoco nunca de hostigarle. Su determinación, valor, juventud, destreza con las armas y, seguramente, la intervención de la mano divina, fueron sus mejores argumentos para superar la situación, siendo uno de los pocos náufragos que consiguió salvar la vida.
Una novela que no te puedes perder…