La configuración de los tria munera frente a la herejía antigua y medieva (Dúo)

La configuración de los tria munera frente a la herejía antigua y medieva (Dúo)
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DUO Estudios  Aranzadi
978-84-1346-559-3
Fabricante: Aranzadi
Tipo de producto: Libros
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SINOPSIS

Las grandes épocas de reforma en la Iglesia, tradicionalmente, han supuesto una necesidad de profundización a todos los niveles -no sólo desde el punto de vista dogmático- que han tenido como resultado la formulación, cuando no la redefinición, de los aspectos que habían sido objeto de controversia. Esa puesta en discusión constante ha acompañado siempre el navegar de la Barca de Pedro, que ha visto como surgían aquí y allá tempestades que la zarandeaban a babor y a estribor, a veces sin más motivo que la comprensión errónea de un criterio y otras, por qué no decirlo, porque acaso su rumbo andaba algo perdido. Fue el primer milenio el que vio florecer con mayor asiduidad las interpretaciones equivocadas del depósito de la Fe -las herejías como tales- con toda probabilidad porque aún no había sido plenamente comprendida la Revelación, quedando para el segundo milenio -y para este que ahora comenzamos- los problemas que solemos calificar como cismáticos. Sin embargo, aunque no vivamos ahora en un momento dorado de las herejías -probablemente porque desde el Concilio de Trento el panorama cambió completamente- sí lo es de la recuperación de un espíritu de necesario replanteamiento de determinadas cuestiones, que acaso podían parecer resueltas, pero que su presencia constante en el imaginario popular nos hace ver que la eficacia de las explicaciones dadas no ha sido tal. En este sentido, resulta interesante, a la luz de la Historia, observar como jurídicamente fueron tratadas distintas cuestiones disonantes que, en su momento, produjeron tensión y auténtica fatiga para la Iglesia. Qué duda cabe que la mayor muestra de oposición a determinados planteamientos realizados por la Iglesia es, sin duda, la herejía, pero la más célebre forma de combatirla -la Inquisición- momento más oscuro de la historia eclesiástica, no fue, ni mucho menos, la única, ni se puede atribuir al ámbito canónico sus devastadoras consecuencias. Así, en nuestro estudio plantearemos cómo la Iglesia, en el primer milenio, incluso después del surgimiento de la denostada institución, nunca abandonó el objetivo principal de su acción, la salus animarum, mostrando como se puede rastrear, mediante un análisis de la evolución histórica de los mismos, que fueron tres los ámbitos sobre los que la Iglesia planteó la lucha contra la herejía, correspondientes con su triple función, cada uno adecuado a los tres niveles en los que impacta la actitud herética: uno preventivo, con la predicación para enseñar la verdad y para remover las almas (munus docendi); otro sacramental, con importantes cambios en lo referente a la confesión (munus santificandi), encaminados a restituir a la comunión a aquellos que se han alejado y, por último, otro judicial, (munus regendi), donde la autoridad intentaba en último extremo forzar esa contrición en el pecador. Además, en estas renovaciones emprendidas en los campos sacramentales y formativos, unidos a las normas dictadas en materia de herejía, veremos como la Iglesia poco a poco cobra conciencia de su propia identidad, hasta ser capaz de dar una respuesta orgánica al problema al convocarse el IV concilio de Letrán (1215) que, recordemos, fue convocado para desarraigar vicios, para corregir los excesos y la moral de la reforma, para eliminar las herejías y fortalecer la fe del pueblo.