La investigación sobre infografía es escasa, por lo que un libro de la calidad del que Valero ha escrito es doblemente bienvenido. Se necesita profundizar más en el conocimiento teórico-práctico de una de las disciplinas de comunicación que más se ha desarrollado en el final del siglo XX y que sigue evolucionando ahora exponencialmente en el XXI. Valero habla de la síntesis como uno de los conceptos que define la infografía y es cierto. Sintetizar es una de las labores periodísticas más básicas y en la infografía alcanza su cumbre. Se sintetiza el qué, el cómo, incluso un mapa sintetiza el dónde. La síntesis es el compendio de una materia o de alguna otra cosa: un experimento, una noticia y eso, sin duda, son la mayoría de las infografías: síntesis. Por eso enganchan la atención de los lectores, por eso les invitan a leer.

Hace muchos años tuvimos una sección dinámica en el diario El Mundo que se llamaba “Sinopsis” que no deja de ser un sinónimo. En ella con las herramientas que la infografía y el diseño permite compilábamos en una pequeña pieza el material básico para poder entender algo más general (el reportaje en el que estaba envuelta). Tenían éxito entre los lectores pero eran de realización difícil porque requieren abstracción que es una de las habilidades de la mente humana más complejas.

El libro está lleno de ejemplos y muestras de las características de la síntesis infográfica (la utilidad documental y la visualidad estética al decir del profesor Valero). No dejan de ser estas dos los polos también entre los que se extienden los gráficos, en una escala entre la persuasión visual y la información más pura y que han representado tradicionalmente los maestros Holmes y Tufte. Aunque, bien mirado, ninguno de los trabajos que ambos citan y realizan constituyen ejemplos tan puros de las visiones que hemos querido imponerles ya que toda infografía tiene matices y es un entrelazado de ambas orillas.

Quizás sea esta misma problemática la que se señala en la obra como el origen de la dificultad para clasificar las síntesis visuales en una estructura de “cajones” que no parece convencer (y no me extraña) al autor. Habría de todas formas que animarlo a que esa clasificación, por difícil y múltiple que sea, se intente porque merecería la pena una cierta ordenación de los trabajos para quienes estudien en el futuro estas técnicas y para los que ya trabajan con ellas.

Destaca en el libro el análisis que se realiza sobre las infografías interactivas y sus sistemas de navegación que las elevan casi a la categoría de website en sí mismas dada la complejidad que alojan y las sucesivas capas de información que contienen. También los ejemplos que aporta Valero constituyen una buena enseñanza sobre la “divergencia” en los formatos, en una línea poco aplaudida por los partidarios del “café para todos” infográfico en la que desde un dibujo 2D se pretende añadir movimiento e interactividad sin tener en cuenta la narrativa específica de lo digital en la que el autor también abunda.